Francisca Zubiaga Y Bernales de Gamarra

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Francisca Zubiaga
Francisca Zubiaga
Francisca Zubiaga
Francisca Zubiaga
Francisca Zubiaga
Francisca Zubiaga
Francisca Zubiaga
Francisca Zubiaga

Otros nombres: La Mariscala,La Presidenta, Pencha Gamarra, doña Pancha

Género: Femenina

Origen étnico: Blanca

Acontecimientos:

1803  -  Cuzco  -  No aplicable  -  Nacida
1822  -  Lima  -  Desconocido  -  Cambio de ubicación
1825  -  Cuzco  -  Desconocido  -  Casada
1828  -  Bolivia  -  Desconocido  -  Cambio de ubicación
1829  -  Peru  -  Desconocido  -  Otro
1829-1833  -  Peru  -  Desconocido  -  Ocupó posiciones de poder
1831  -  Peru  -  Desconocido  -  Otro
1831  -  Bolivia  -  Desconocido  -  Ocupó posiciones de poder
1834  -  Arequipa  -  Desconocido  -  Exiliada
1834  -  Chile  -  Desconocido  -  Exiliada
1835  -  Valparaíso  -  Desconocido  -  Muerta
1835  -  Quillota  -  Desconocido  -  Muerta

Conexiones:

Flora Tristán, descritos/as por
Partidarios de Gamarra
Monjas (educadas por)
Enfermeras
Varoniles
Mujeres, acompañaron a sus maridos/hermanos en batalla
Mujeres de carácter
Soldadas
Mujeres, vestían uniformes militares

Biografía:

Traducido por José Shane Brownrigg-Gleeson.

Nació el 11 de septiembre de 1803 en el departamento de Cuzco, siendo la hija de un comerciante español y una madre cuzqueña. Vivió en un convento hasta que se vio obligada a abandonarlo por problemas de salud. En 1825 se casó con el prefecto de Cuzco, el general Agustín Gamarra (1785-1841), que llegaría a ser presidente del Perú entre 1829 y 1833. A causa de su ambición, Gamarra se convirtió en enemigo de Bolívar y Sucre. En las Memorias para la historia de Bolivia de Sánchez de Velasco (sin más datos) se dice que ella lideró la expedición a Bolivia en pleno invierno. (Basadre, Peruanos, 85-86)

Flora Tristán se basó en una amiga de la infancia de Pencha Gamarra para describirla: Pencha fue muy devota y ya con 12 años de edad quería entrar en el convento y convertirse en monja. Con 17 años sus padres la obligaron a regresar a casa por su mala salud. Varios oficiales la pretendían como esposa. Su padre la llevó a Lima para mejorar su salud y presentarla en sociedad. Dos años después regresó a Cuzco, en donde se casó con “un oficialillo feo, necio, y el más insignificante de todos aquellos que la habían solicitado [...] un simple capitán”. Según Tristán, Pencha “continuaba siendo de salud débil y estaba casi siempre encinta”, pero aún así seguía a Gamarra “a todos los lugares donde la guerra lo llamaba”. Fue capaz por lo tanto de sacar fuerzas para ocultar su débil estado de salud y éste sólo se hizo público una vez que Gamarra accedió a la presidencia. “Sus solicitaciones y sus intrigas habían hecho ascender a su marido a la presidencia, y una vez obtenida ésta, ella se apoderó del manejo de los negocios, se unió íntimamente con Escudero, y se sirvió con habilidad de aquéllos a quienes juzgo capaces de secundarla. [...] Esta mujer, educada en un convento, sin instrucción, pero dotada de un sentido recto y de una fuerza de voluntad poco común, supo gobernar tan bien a ese pueblo, hasta entonces ingobernable aun para el mismo Bolívar, que en menos de un año el orden y la tranquilidad reaparecieron, las facciones se habían apaciguado, el comercio florecía, y el ejército había devuelto su confianza a sus jefes y , si no reinaba aún la tranquilidad en todo el Perú, al menos gozaba de ella la mayor parte del país.”

Doña Pencha parecía, por su carácter, estar llamada a continuar por largo tiempo la obra de Bolívar. Lo habría hecho si su calidad de mujer no hubiese sido un obstáculo. “Era hermosa, muy graciosa cuando quería y poseía todo cuanto inspiran el amor y las grandes pasiones. Sus enemigos propalaron contra ella las calumnias más atroces y encontrando más fácil criticar sus costumbres que sus actos políticos, le atribuyeron vicios a fin de consolarse de su superioridad.”

Todo aquel que se jactaba de ser su amante era castigado a latigazos. Esto se debía, según Tristán, a que “embriagada de poder se creyó de una esencia superior”. Los ministros le sometían los actos del Congreso, ella misma leía todo, tachaba los pasajes que no le convenían y los reemplazaba por otros. Su gobierno, en fin, fue absoluto en medio de una república constitucional”. Tristán vio en Pencha Gamarra “todas las virtudes necesarias para el ejercicio del poder en la situación en la que se encontraba el Perú, pero su despotismo había sido tan duro que una imponente oposición se levantó contra ella”. Cuando vio que le sería imposible lograr la reelección de su marido “recurrió a una medida de astucia”. El señor Gamarra declaró que no aceptaría la presidencia porque su salud no le permitía ya ocuparse de los asunto públicos, y los Gamarra dieron su apoyo a su amigo Bermúdez. Una vez en el exilio en Valparaíso, Pencha vivió con Escudero y otros servidores en “una hermosa casa amueblada”, pero la sociedad de Valparaíso la rechazó, así como los extranjeros y la mayor parte de sus antiguos compatriotas que ahí vivían. Murió siete semanas después de abandonar Callao. (Tristán, 302-305).

Vestía el uniforme de coronel y se ponía a la cabeza del ejército. “Pero si doña Francisca no sabía zurcir un calcetín, ni aderezar un guisado, ni dar paladeo al nene (que no lo tuvo), en cambio era hábil directora de política, y su marido, el presidente, seguía a cierra ojos las inspiraciones de su esposa”. A finales de 1833 Gamarra cayó ante Pedro Bermúdez. “Doña Francisca puso fin a la confusión, y lo hizo con tal habilidad que el partido de la oposición casi perdió la esperanza de que su candidato triunfase”. (Palma, 81)

En 1831 el presidente Gamarra dejó al control al vicepresidente La Fuente mientras iba a la guerra. “La Mariscala” y el prefecto de Lima, Eléspuru, vigilaron a La Fuente, que trató de usurpar el poder de Gamarra. La Mariscala interceptó mensajes y cartas, controló la prensa y envió a una turba para expulsarle de su casa. La Fuente logró escapar y se refugió en un buque estadounidense en Callao. Basadre cita a un marine norteamericano, Ruschenberger (sin más datos) que declaró que la presidenta de Perú era una mujer alta y atractiva, demasiado corpulenta para ser hermosa. “Sus maneras son masculinas y para nada refinadas. Sus actos son propios de un hombre. Dispara su pistola con gran precisión, maneja la espada con gran agilidad y es una jinete intrépida y osada”. Añadió además que en las tertulias jugaba al ajedrez pero jamás bailaba, y se reconoce que Gamarra debía su puesto de presidente a ella. Huyó de Arequipa el 18 de mayo de 1834, vestida de clérigo y saltando de un tejado a un patio, antes de partir del Callao con destino Chile en un barco inglés y en compañía de Bernardo Escudero, un escritor y militar español. Conoció a Flora Tristán en junio de 1834. Exiliada, empobrecida y sola, murió de tuberculosis en Valparaíso el 8 de mayo de 1835, a la edad de 32 años. (Basadre, Peruanos, 85-91)

Tristán describe como Zubiaga y Gamarra derrocaron a Orbegoso para poder colocar a su presidente títere, Bermúdez. La señora Gamarra “dirigía todos los asuntos y mandaba los ejércitos”, mientras ella y el monje Valdivia luchaban por el poder. (Tristán, 174)

Según Tristán, Gamarra y su mujer entraron en Arequipa el 27 de abril de 1834 e impusieron a los arequipeños más ricos una enorme contribución por medio de prisiones y de otras medidas militares. Sus soldados llevaron estas órdenes al extremo al exigir rescate a todas las clases de la población y ellos mismos no podían salir al campo sin correr el riesgo de que los campesinos los mataran, atrayendo la población al partido de la oposición [Orbegoso]. El 18 de mayo, la ciudad fue tomada en nombre de Orbegoso. Los arequipeños se volvieron contra los soldados de ambos lados. La señora Gamarra se escondió en la casa de un vecino. Pío Tristán fue nombrado comandante militar de la ciudad mientras los habitantes unían sus fuerzas para expulsar a los Gamarra. Orbegoso fue reconocido por presidente. Gamarra huyó a Bolivia y su mujer, “el principal objeto del odio popular”, a Chile (de noche y gracias a la intervención de Pío Tristán para protegerla de la furia del pueblo). Fue acompañada por Escudero y tanto él como Gamarra pidieron a Tristán que les visitara en El Callao. Tristán cita a Escudero: “Aquí estoy arraigado para siempre. La pobre presidenta se ve arrojada de todas partes. Su causa está perdida sin remedio, su cobarde e imbécil marido ha ido a buscar refugio a Santa Cruz y ciertamente va a perder las pocas probabilidades de éxito que pudieran quedarle. No puedo abandonar a esta mujer.” La acompañó voluntariamente al exilio. Tristán afirma que Gamarra quería aparecer en su diario. Tristán la describe así: “excepcional por el poder de su voluntad así como por el gran alcance de su inteligencia [...] de talla mediana y de constitución robusta, aunque muy delgada. Su rostro, según las reglas con que se pretende medir la belleza, no era ciertamente hermoso. Pero, a juzgar por el efecto que producía sobre todo el mundo, sobrepasaba a la más bella. Su nariz era larga, con la punta ligeramente arremangada. Su boca grande, pero expresiva. Su cara larga, pero llena de vida, Tenía una enorme cabeza coronada por largos y espesos cabellos que bajaban hasta la frente; eran éstos de un castaño oscuro, brillante y sedoso. Su voz tenía un sonido sordo, duro e imperativo. Hablaba de una manera brusca y seca.” Lleva un vestido de estilo europeo para agradar a su madre u su hermana que esperan que cambie su suerte. “Cediendo a sus instancias me he puesto este traje en el cual me siento molesta, esas medas que son frías para mis piernas, ese gran chal que temo quemar o ensuciar con la ceniza de mi cigarro. Me gustan los vestidos cómodos para montar a caballo, soportar las fatigas de una campaña y visitar los campamentos, los cuarteles y las naves peruanas: son los únicos que me convienen. Desde hace mucho tiempo recorro el Perú en todas direcciones, vestida con un largo pantalón de tosco paño fabricado en el Cuzco, mi ciudad natal, con una amplia chaqueta del mismo paño, bordada de oro y con botas y espuelas de oro”. También vestía un gran capa que había sido de su padre . Se dice que afirmó haberse dejado el pelo largo para que cuando su valor fuera mayor que su fuerza muscular pudiera utilizar su atractivo para obtener el apoyo de los hombres. Según ella, “es por no haber podido someter mi indomable orgullo a la fuerza brutal que me veo prisionera aquí, arrojada y desterrada por los mismos a quienes durante tres años goberné.” (Tristán, 290-305)

Sufría ataques epilépticos que fueron a peor y que aparentemente tenían su origen en sus intensas sensaciones: “Usted puede juzgar cuántos obstáculos he debido oponer a mi carrera. Nuestros soldados son tan poco expertos y nuestros oficiales tan cobardes que me resolví a dirigir yo misma todos los asuntos importantes. Desde hace diez años, y mucho tiempo antes de tener la esperanza de hacer nombrar presidente a mi marido, asistía a todos los combates con el propósito de acostumbrarme al fuego. A menudo, en lo más fuerte de la acción, la ira que sentía al ver la inercia y la cobardía de los hombres a quienes mandaba me hacía arrojar espuma de rabia y entonces comenzaban mis ataques. No tenía sino el tiempo de echar pie a tierra. Muchas veces los caballos me han pisoteado y mis servidores me han llevado como muerta”. Tristán luego afirma que Gamarra le dijo que sus enemigos habían extendido el rumor de que no era la enfermedad sino el miedo lo que causaba estos síntomas: “¡Que el ruido del cañón, el olor de la pólvora era lo que me atacaba los nervios y me desvanecía como una marquesita de salón!” (Tristán, 300)

A Tristán la conmovieron profundamente sus dos encuentros con Gamarra: “Sentía una angustia indecible al ver a esta criatura de elección víctima de esas mismas cualidades que la distinguían de sus semejantes, obligada por los temores de un pueblo pusilánime, a dejar su país, abandonar a sus parientes y amigos e ir, presa de la más horrible enfermedad, a terminar su penosa existencia en el destierro.” (Tristán, 302)

Augusto Tamayo Vargas considera que Flora Tristán reconoció el espíritu semi-heroico de “La Mariscala” en lugar de su lado negativo, y que al escribir sobre ella, le garantizó un lugar más benévolo en la historia. (Tamayo Vargas, 557-558)

Clorinda Matto de Turner escribió sobre ella. (Arambel-Guiñazú, 66)

Knaster señala que más adelante la epilepsia de Zubiaga fue desmentida. (Knaster, 512-513)

Así la describe Basadre: “Mujer excepcional de salón y de vivaz, personaje sin par para un film de aventuras y para un estudio psiquiátrico.” En octubre de 1829 el vicepresidente La Fuente la acusó a ella y al prefecto Eléspuro de encontrarse detrás de una empresa harinera dirigida por un empresario alemán, de nombre Pfeiffer. Durante este tiempo, el general Miller fue el anfitrión de un baile al que Zubiaga no asistió, porque “como todos saben padece un mal que la asalta intempestivamente” (Basasdre cita a Eléspuro). Tampoco asistió Eléspuro, dado que su esposa estaba enferma.
Basadre afirma que la imagen de Zubiaga que perdura es la de la ambición (en lugar de cualidades más comunes en la mujer tales como el heroísmo, la dulzura o la belleza): “Otras nombres de mujeres semejan un arpa o una guitarra o un laúd; algunas apenas si semeja un perfume. El nombre de doña Francisca tiene un redoblar de tambor y aún suena convocando a los azares de la emoción. Otras mujeres fueron joyas, ánforas, o vasos; ella fue esbelta, tersa, vibrante, agresiva como una espada. Aún en el amor, en medio de los desfallecimientos de la voluptuosidad, debió inspirar el marcial denuedo con que el soldado iluso sigue a su capitán.
?[…] Si otras mujeres tuvieron en la política peruana con su actuación intermitente, un rol de "tapadas" por actuar en la capital, por alcanzar la importancia máxima en los conciliábulos, en doña Francisca Gamarra mujer consagrada a la acción y a la lucha, culmina el tipo de rabona. Fue ella la venganza de las rabonas frente a las orgullosas tapadas limeñas en los cuatro años que imperó en la capital con sus arrebatos y su poder; y porque les disputa ahora la sugestión y el atractivo.” (Basadre, Iniciación, 139-140, 202, 337-338)

Se reproduce una carta de Gamarra a Francisca Zubiaga, fechada en Tacna el 13 de mayo de 1834. (Tauro, 257)

Neuhaus declara que no sufría epilepsia (Neuhaus Rizo, 140-142)

En 1942 César Miró escribió una opereta en tres actos sobre ella.

Fue una novicia en el Monasterio de Santa Rosa “y empezó a martirizarse con castigos y ayunos extremos que obligaron a sus padres a retirarla del convento". Después continuó "encerrada en un mutismo excluyente, dedicada todo el día a la oración y a la meditación”. Sus padres trataron, en vano, de distraerla; sólo cuando fue a Lima (con 19 años de edad) cambió su carácter. Entonces sí se incorporó a bailes y fiestas; mientras que en Cuzco había vestido de negro, sin hablar con nadie. Allí conoció a Agustín Gamarra, viudo desde 1813 y padre de un joven hijo, Andrés. Se casaron la víspera de que él partiera para reunirse con el general Sucre. Zubiaga se quedó en Lima con su madre. Gamarra fue nombrado prefecto de Cuzco y la pareja se asentó ahí. Bolívar visitó la ciudad y su belleza y vivacidad le cautivaron. Existen rumores de un apasionado romance entre ellos y otros que sugieren que el encuentro con Bolívar despertó las ambiciones de Zubiaga. En todo caso, Guardia sostiene que lo que es cierto es que tras este encuentro Zubiaga comenzó a usar una pistola, “el florete, practicar la equitación”. La vida mundana le interesaba poco y se convirtió en la directora de Gamarra, con el objetivo de convertirle en Presidente. Guardia se refiere a un imagen de las jóvenes hijas de Zubiaga, que dice podían haber sido sus sobrinas, que al parecer murieron jóvenes. Andrés, su hijastro, también sale en la imagen: Zubiaga se convirtió en una madre para él. Guardia cita a Valdelomar, quien afirma que Zubiaga alimentaba a los soldados, les daba órdenes y recibía de ellos información. Era la primera en comenzar a trabajar y la última en terminar. Guardia también cita las Memorias para la historia de Bolivia de Sánchez Velasco (sin más datos), al decir que Zubiaga lideró “un destacamento que se apoderó de la Plaza de Paria” en medio del invierno y que no sólo participó en las campañas militares, sino que también mantuvo reuniones políticas con líderes bolivianos. Gamarra alcanzó la presidencia y el 29 de noviembre de 1829 él y Zubiaga entraron en Lima. “Ella impuso a la oficialidad la pulcritud y la elegancia de uniforme, la finura del trato y los buenos modales. Para sentarse a la mesa tenían que pulirse más que para presentarse al Estado Mayor. Pero la adulación de la sociedad la perdió y poco a poco cayó la arrogancia y el despotismo, produciendo una enconada reacción contra ella”. En tres años, se enfrentaron a 14 levantamientos, algunos de los cuales tuvo que afrontar el propio Gamarra, dejando a Zubiaga en el palacio. A pesar de los esfuerzos de Zubiaga, Gamarra fue derrotado y huyó a La Paz, a donde ella no pudo viajar. Pío Tristán la ayudó a viajar a Islay con Escudero disfrazada como un clérigo. Sus ataques epilépticos se hicieron más frecuentes. Muchos creyeron que Escudero era su amante, y Clorinda Matto de Turner afirma que Zubiaga y Gamarra se habían separado antes de que él se trasladara a La Paz, si bien Andrés Gamarra escribió una carta a El Correo del Perú el 12 de marzo de 1876 declarando que la separación de sus padres se había debido a las circunstancias políticas y que no había sido una ruptura personal: “Nadie como yo que no me separé de mi madre política sino en periodos cortos, ha podido estar al corriente de todos los pormenores de su vida, tanto privada como pública. Habiendo sido por una parte testigo de sus virtudes y por otra habiendo recibido de ella las tiernas caricias de una madre.” Guardia citando a Cornejo Bouroncle dice que Zubiaga sabía que estaba a punto de morir y pidió que le dejaran a solas en su habitación: “Sola, cambióse de ropa, vistíose toda de blanco, redactó un lacónico testamento en el cual declaraba ser cristiana y ordenaba que su corazón fuese extraído, y enviado donde su esposo, si aún vivía, y si no al Cusco.” Se peinó y esperó con serenidad a la muerte. Guardia cita a Basadre al afirmar que su imagen era la de una rabona, “pero lejos estuvo de ser justamente seguidora de su hombre”. Valdemar la describió como “una mujer de inextinguible energía, cuya vida fue una corriente tumultuosa de vibraciones sonoras”. (Guardia, 53-57)

Chirinos Soto dice lo siguiente de ella: “Era, en verdad, todo un hombre doña Francisca Zubiaga […] ninguno con la impaciencia de gloria y tan extraordinario apetito de poder como la bella esposa de Agustín Gamarra. Matrimonio éste que, más que coloquio de ternera, fue diálogo de voluntades tensas, y alianza ofensiva y defensiva de una pareja que lanzó al galope su ambición por los ásperos caminos republicanos. Algo hay de demoníaco en su carrera, y mucho de portentoso en la imagen que de doña Francisca Zubiaga se forma el populacho. De ahí arrancan la proeza y el mito, la historia y la leyenda de la que había de ser Mariscala del Perú por los siglos sucesivos.
?Amazona estupenda, brioso el corcel, terciada la capa con vueltas de oro, el látigo inquieto y propicio al ultraje en sus blancas dilleras, en la alternativa obligatoria de victorias y derrotas, su magnífica arrogancia de mujer con el alma de varón. ?
Excelente estampa de hembra: porte distinguido, claros ojos rasgados, nariz graciosa, abundante cabellera con reminiscencias áureas. Seguramente, como diría un poeta nuestro, a su paso convoca “un mitín de miradas por las calles”. Sabe, empero, reprimir con dureza de maledicencia, y hace castigar, por ejemplo, a tres oficialillos - tenorios de tertulia - que se ufanan de una aventura imaginaria con la Presidencia de la República.
?No pertenece doña Pancha al romanticismo amatorio de lágrimas y de lunar melancolía: su romanticismo tiene dimensiones de epopeya, y aspira directamente a seducir la posteridad. Experta en la intriga, infatigable en el vivac, altiva en el infortunio, esplendida en el éxito, cruel en la venganza, doña Pancha todavía disputa, brazo a brazo, con Santa Rosa y Perricholi, la cumbre de la celebridad entre las mujeres del Perú. ?
El matrimonio de Gamarra […] y de la Zubiaga, se celebra en vísperas de la batalla de Ayacucho. Después de la victoria, don Agustín asume la prefectura del Cuzco, y su esposa, a nombre de las damas de la ciudad, corona la frente de Bolívar. El libertador seducido por doña Pancha, acaso intenta seducirla. Acaso lo consigue. Gamarra invade a Bolivia para desalojar a Sucre. Doña Pancha lo acompaña. Ella misma comanda una fracción de tropa y captura una plaza. Más tarde, sofoca una revuelta de cholos: ¿ustedes contra mí? 'increpa a los soldados - . En seguida, respalda a su marido en el golpe de Estado contra La Mar en plena guerra con la Gran Colombia. Sin nombramiento ciertamente, por espontánea decisión multitudinaria, se le confiere, fuera de escalafón, el rango de Mariscala del Ejército. La Zubiaga está ya en el Palacio de Pizarro. Gobierna ella, que no el marido, durante cuatro años. Se adelanta a Gutiérrez de la Fuente, Vicepresidente encargado del mando en ausencia de Gamarra, fomenta una asonada contra él, y lo obliga a embarcarse en el Callao.
?Fracasa la Mariscala en el intento de imponer como Presidente, en el Congreso, a Bermúdez sobre Obregoso. Huye ante la reacción legalista del pueblo de Lima. En Arequipa, se va obligado a saltar desde una azotea. Embarca también en el Callao, como antaño sus enemigos. A bordo se entrevista con Flora Tristán. […] Parte rumbo a Chile. Muere, en el destierro, el 5 de mayo de 1835.” (Chirinos Soto, 111-112.)

Es descrita como una mujer interesante, con tres facetas: una belleza incomparable, una filantropía inimitable, y su valentía. Fue la primera hija de Antonia Bernales y Antonio Zubiaga. Nació en la casa de campo de Huacarpay o Anchibamba, en la provincia de Quispicanchi, en 1803. Pasó sus primeros años de vida en Cuzco, hasta que la familia se trasladó a Lima. Su inteligencia y fuerte carácter se hicieron visibles desde una edad temprana. Prefería jugar a juegos de niños, y su voz áspera, así como sus gustos e inclinaciones encajaban perfectamente con las de los chicos. En el apartado físico fue una de las mujeres más hermosas de su tiempo: la cara redonda y la complexión de alabastro, la mirada alerta y penetrante, la nariz algo respingona, la boca pequeña, finos labios rojos, pelo rubio y sedoso, alta y delgada con aptitudes enérgicas. Robusta y valiente, era capaz de utilizar todo tipo de armas con gran destreza, especialmente la pistola. Fue una nadadora fuerte, y uno de sus pasatiempos favoritos fue la lucha de gallos, su gran conocimiento de estas criaturas hacía que sólo perdiera en raras ocasiones. Prefería la compañía de los hombres a la de las mujeres, pero era amable, aquiescente y sincera con sus amigas. Tenía expectativas limitadas con respecto a su posición en la sociedad, y su belleza le engendró un grupo de entusiastas cortejadores. Se casó con el viudo Agustín Gamarra, un hombre viril e inteligente, poco antes de la batalla de Ayacucho. Gamarra fue nombrado prefecto de Cuzco, su ciudad natal. Se trasladaron a Cuzco. Bolívar visitó la ciudad y Zubiaga fue elegida para recibirle con un elegante discurso, y le ofreció una corona de oro en nombre de la ciudad de Cuzco. Bolívar la aceptó y la señaló como la mujer más hermosa, al igual que Sucre. Como madre fue “muy mujer”, si bien todos sus hijos murieron durante la infancia. Prodigó grandes cuidados a su hijastro Andrés (hijo del primer matrimonio de Gamarra), siendo una verdadera madre para él. Acompañó a Gamarra en su campaña boliviana de 1828, siguiendo al ejército patriota. A la cabeza de un batallón con su guardia de 25 lanceros, personalmente tomó ella la plaza de Paria, y sus consejos y aptitudes políticas contribuyeron al acuerdo alcanzado con el ejército de Bolívar en Piquiza, por el cual Gamarra fue proclamado Gran Mariscal por el ejército peruano. Regresaron al Perú, primero a Lima y después a Cuzo, donde se enteraron de que un batallón de infantería se había vuelto en contra de ellos. Se vistió de hombre, con una capa, montó en un caballo y cabalgó hasta las tropas rebeldes para decirles “cholos, ¿es posible que ustedes estén contra mí?” Ellos contestaron “¡Viva nuestra patrona!”, y la rebelión se terminó. En 1833 Gamarra regresó a Bolivia, dejando a Zubiaga en Lima. Es ahí donde ella tuvo conocimiento de que el general La Fuente se estaba negando a enviarle a Gamarra los refuerzos que requería. Zubiaga encarceló a La Fuente y le arrebató la autoridad. El 28 de enero de 1834 hubo una rebelión contra el general Bermúdez, el candidato presidencial de Gamarra. Zubiaga se puso al frente de las pocas tropas que permanecieron leales, cogiendo su pistola ya que el pueblo se había declarado a favor de Orbegoso, quien había tomado los Castillos del Callao. Ella preparó la defensa contra Orbegoso al recibir noticias del regreso de Gamarra de Bolivia a Lima, en donde se volvieron a reunir. Ella estaba en Arequipa cuando se desencadenó una revolución a favor de Orbegoso. El pueblo atacó la casa en la que ella estaba alojada (la de Gamio). Aislada de la protección de sus tropas, saltó desde el segundo piso de la casa, Consiguió escapar pero la caída supuso el comienzo de una terrible enfermedad que finalmente acabaría por matarla. Se vistió de cura y pudo salir a la calle sin ser reconocida. Tras varios días escondida, se disfrazó de hombre y fue a la costa, en donde tomó un barco con destino Valparaíso. Después de esto, la salud de Zubiaga era precaria y por consejo médico dejó Valparaíso para trasladarse a Quillota, cuyo clima era más benigno. Esto no la curó, aún así se dice que le insistió a su médico para que le comunicara la verdad sobre su condición, y cuando el médico a regañadientes le dijo que no le quedaba mucho tiempo, lo recibió con calma y pidió un cura. Estaba serena y tranquila, pidiendo que la dejaran a solas sin interrupciones ya que deseaba descansar. Después de cambió de ripa, se peinó, y puso por escrito sus últimos deseos, Ordenó que le fuera extraído el corazón y llevado a Perú para ser entregado a su marido si es que todavía vivía, y si no a su tío Pedro Bernales, deán de la catedral de Cuzco. Sus escasas pertenencias fueron entregadas a sus sirvientes. Murió el 5 de mayo de 1835 a la edad de 32 años. Se cumplieron sus deseos, su corazón fue conservado en alcohol y llevado a Cuzco. Más tarde fue trasladado al Monasterio de Santa Teresa, de donde desapareció. (García y García, 317-320)

Zubiaga mantuvo un activo interés en el cuidado de las tropas. Les daba la mejor comida posible y se aseguraba de que fueran pagados, incluidas bonificaciones entregadas de acuerdo a las acciones de cada soldado. También cuidaba de los enfermos y ayudaba a las heridos en el campo de batalla, desempeñando el ministerio de las hijas de San Vicente de Paul. (García y García, 320)

Fue conocida también como “La Mariscala”, “La Presidenta”, “Señora Gamarra” y “Pencha Gamarra”.

Biografía traducido por: José Brownrigg-Gleeson

Referencias:

Arambel Guinazu, Maria Cristina , Martin, Claire Emilie (2001) Las mujeres toman la palabra: Escritura feminina del siglo XIX. Volume: 1
Basadre, Jorge (1929) La Iniciación de la República
Basadre, Jorge (1981) Peruanos del siglo XIX
Chirinos Soto, Enrique (1985) Historia de la republica, 1821-1930
Davies, Catherine, Brewster, Claire and Owen, Hilary (2006) South American Independence. Gender, Politics, Text
García y García, Elvira (1924) La mujer peruana a través de los siglos
Guardia, Sara Beatriz (1985) Mujeres peruanas: El otro lado de la historia
Knaster, Meri (1977) Women in Spanish America: An Annotated Bibliography from Pre-Conquest to Contemporary Times
Neuhaus Rizo Patrón, Carlos (1997) Las Mariscalas
Palma, Ricardo (1984) Las mujeres y el amor: tradiciones
Tamayo Vargas, Agusto Literatura peruana
Tauro, Alberto (1952) Gran Mariscal Agustín Gamarra, Epistolario
Tristán, Flora Jean Hawkes (editor). (1986) Peregrinations of a Pariah