Background
Climate change is increasing the likelihood of extreme weather events, including droughts and major hurricanes, with countries in the tropics identified as being at particular risk.
Belize, on the Caribbean coast of Central America (Figure 1) is especially vulnerable due to its fragile ecosystems, extensive low-lying coastal areas and significant reliance on agriculture (Figure 2), forestry and fishing.
Globally, it has been identified as one of the countries worst affected by weather related events, with annual losses to natural disasters of almost 4% of GDP.
Tropical storms are a long-standing problem, but it is now facing an increasing threat from droughts. A major drought in 2019 caused crop losses valued at US$50 million and provoked the introduction of the first ever government support scheme for farmers.
In this context, it is vital that we develop better understanding of how we can build resilience to climate change by learning from both the past and the present, and taking an approach that considers interactions between the natural and human environment.
Conventional studies of extreme events tend to use individual methods, over short timescales, to focus on individual elements of global systems. This fails to capture the complex relationships between the climate, natural environment and people that evolve over long periods of time and ultimately determine resilience.
In a country where ecosystems and livelihoods are closely related, we shall explore resilience across these areas, recognising their interdependence.
Antecedentes
El cambio climático está aumentando la probabilidad de ocurrencia de fenómenos meteorológicos extremos, como sequías y huracanes severos, siendo los países de los trópicos quienes corren mayor riesgo.
Belice, localizado en la costa caribeña de América Central (Figura 1), es especialmente vulnerable debido a la fragilidad de sus ecosistemas, sus extensas zonas costeras bajas y su gran dependencia a la agricultura (Figura 2), la silvicultura y la pesca.
A nivel mundial, es uno de los países más afectados por fenómenos meteorológicos, con pérdidas anuales por desastres naturales de casi el 4% del PIB.
Las tormentas tropicales son un problema desde hace mucho tiempo, sin embargo, ahora también se enfrenta a una creciente amenaza de sequías.
Por ejemplo, una gran sequía en 2019 causó pérdidas de cosechas valoradas en 50 millones de dólares ($EU) y provocó la introducción del primer plan nacional de apoyo gubernamental a los agricultores.
En este contexto, es vital que desarrollemos un mejor entendimiento de cómo podemos aumentar la resiliencia al cambio climático aprendiendo tanto del pasado como del presente, y adoptando un enfoque que tenga en cuenta las interacciones entre el entorno natural y el humano.
Los estudios convencionales de fenómenos extremos tienden a utilizar métodos individuales, en escalas temporales cortas, para centrarse en elementos particulares de los sistemas globales. Este tipo de estudios no logra captar las complejas relaciones entre el clima, el entorno natural y social que juntos evolucionan durante largos periodos de tiempo y que, en última instancia, determinan la resiliencia.
En un país donde los ecosistemas y los medios de vida están estrechamente relacionados, este proyecto explora la resiliencia en estos ámbitos y reconoce su interdependencia.